martes, 28 de septiembre de 2010

Leicaj que prepara Gloria

El Leicaj que prepara Gloria, es “Super”. No es  distinto a las miles de recetas que circulan por todas partes. No, lo especial, es como lo recibe su familia.
 Los nietos de Gloria, Julián y Ana Clara, se vuelven locos por el  leicaj que ella prepara.
Desde muy pequeños se ponían muy contentos cuando su abuela comentaba: “Hoy hice leicaj”.
Nunca antes había visto a dos  criaturas que comieran tantas porciones seguidas de una torta, como  ellos dos. Julián puede llegar a comer 4 y 5 porciones, una tras otra y Ana Clara, no le anda lejos.

Receta del Leicaj de Gloria
Ingredientes:
1 cucharada de chocolate en polvo
1 taza de azúcar
1 vaso de miel
1 vaso de Té, fuerte y frío
½ vaso de soda
½ cucharadita de bicarbonato de zodio
½ taza de aceite
2 ½ tazas de harina leudante
3 huevos
100grs. de pasas de uvas
100grs de nueces picadas

Preparación:
Mezclar los huevos con el azúcar. Ir agregando los ingredientes líquidos. Luego la harina con el bicarbonato, las pasas de uva y nueces. Mezclar bien.
Verter en un molde aceitado y enharinado. Cocinar en horno moderado. Debe quedar húmedo y esponjoso.


Nota:
Gloria prepara aparte una crema chantillí y el que desea  coloca un copete arriba de su porción. Queda muy bien!!




lunes, 27 de septiembre de 2010

UNA GLICINA ATREVIDA

En una esquina de mi barrio,  hay un muy antiguo palo borracho.


Tiene muchos años y es un árbol enorme. Lo curioso,  es que desde el jardín de la casa lindera, sale una glicina, pero no es una glicina cualquiera. No se sabe si tiene delirios de grandeza o simplemente está enamorada del viejo palo borracho.
 Posee la particular característica de mezclarse o más bien diría, treparse a las ramas del palo borracho y cubrirlo totalmente con sus flores. La glicina, usa las ramas del palo borracho para desparramarse y  así,  llegar a la mitad de la calle.
Los transeúntes  paran a mirarlos  y algunos incluso, como yo, sacamos fotos de la atrevida glicina y el viejo palo borracho.

Pero hay un detalle más, esto sucede todos los años para esta fecha pues en Sudamérica es primavera. Lo vengo observando hace más de 30 años, por lo cual deduzco que árbol y planta, tienen una relación muy consolidada.

domingo, 26 de septiembre de 2010

GALLINA/POLLO EN ESCABECHE

Cómo conté en el relato anterior Marta sabía cocinar gallina, de muchas maneras diferentes. Esta es una de sus recetas, pero cómo ahora conseguir gallina ya no es muy común, la misma receta, está transformada para pollo.

GALLINA/POLLO EN ESCABECHE

Ingredientes:
1 Pollo grande
1 ½ taza de vinagre blanco
2 tazas de aceite
1 cebolla bien grande cortada en juliana
3 zanahorias cortadas en bastones
Pimienta negra en grano
Laurel,sal
1 vaso de vino blanco

Preparación:
Cortar el pollo en presas. Freírlo.
En una olla aparte, verter el vinagre, el aceite y cocinar el pollo ya frito con las zanahorias y cebollas. Agregar pimienta, dos o tres hojas de laurel y sal.
Cuando falte poco tiempo para la cocción final, agregar el vino blanco.
Cocinar un poquito más, apagar el fuego y dejar enfriar.
Una vez frío, deshuesar el pollo cortando su carne en forma de tiritas. Se mezcla con el escabeche y se coloca en una fuente profunda. Se sirve frío.
Muy recomendable para rellenar pancitos de tipo artesanal

sábado, 25 de septiembre de 2010

El MANÍ


Es una planta americana. Se encuentran especies silvestres de la misma, en varios lugares de Sudamérica.
Los pueblos indígenas lo cultivaron y lo tuvieron en alta consideración, como lo demuestran los descubrimientos arqueológicos realizados en Pachacamac y otras regiones del Perú, donde se hallaron representaciones del maní en piezas de alfarería y vasijas conteniendo maníes en las tumbas de personajes importantes.
Los conquistadores portugueses y españoles llevaron el maní al continente africano y a Europa.

La palabra maní empleada en nuestro país proviene del guaraní “manduví”, mientras que el nombre cacahuete o cacahuate, como dicen en México, se origina en el azteca “cacahuatl”

El viejo nombre inglés “ground-nut” o el frances “pistache de terre” provienen del curioso comportamiento de esta planta
 –único entre las leguminosas- ya que, al secarse las flores, desarrolla un “clavo” que se estira, se inclina, se introduce en la tierra y forma el fruto, que es una vaina redondeada con 1 a 5 semillas.  
Su nombre botánico es “Arachis hipogaea”.

viernes, 24 de septiembre de 2010

CAPÍTULO 5. FIN DE LA PEQUEÑA EMPRESA FAMILIAR

LA PESTE

A esta altura de los acontecimientos, tanto las niñas como  Marta, estaban hartas de los benditos pollos... Pero no habían terminado aún sus desventuras.

 A los pocos días de estos sucesos se declaró una peste en el gallinero. Los pollos aparecieron con granos rojos en  sus patas. Carlos recurrió urgentemente otra vez  a los libros y se llevó incluso un pollo enfermo, al negocio del gallego, para ver si este sabía que podía ser.

Hicieron preparar un líquido color rojo,  en la farmacia. La indicación era  que dos  veces por día,  tendrían  que  pasar el preparado mediante un pincel,  a cada pollo y sobre las heridas,.
  Esa trabajo lo van a hacer ustedes dos y ¡Ojo!, que están bajo vigilancia por lo que  pasó con el perro – advirtió Carlos.
Ahora, antes de ir a la escuela y cuando volvían, tenían que hacer las curaciones a los pollos. Las niñas  no salían más a jugar con las amigas, estaban muy ocupadas y  muy tristes.
A los 7 u 8 días empezaron a desaparecer las lastimaduras de los pollos  y estos siguieron su desarrollo normal. Estaban tan grandes y hermosos que se dio por superada la epidemia.

GALLINAS DE RAZA

Carlos comenzó a comprar maderas, alambre tejido, perfiles de hierro...
— ¿Para qué es todo esto? – preguntó Verónica
— Para la siguiente etapa. Los pollos  están lo suficientemente grandes como para que pasen al jaulón de las ponedoras – explicaba a sus hijas y a su mujer.
Nuevamente realizó planos, dibujos, tomó medidas, cortó maderas y preparó el terreno.
Para armar el jaulón de las ponedoras, se necesitaba mucho espacio. Quitaron un  hermoso árbol de naranjas y otro de ciruelas.
Carlos  ingeniosamente fabricó un enorme jaulón.
Los pollos pasaron a llamarse Gallinas, pues habían ascendido de categoría.
El jaulón medía unos 5 metros de largo por 1,20 de ancho. Tenía forma de chalet con techo a dos aguas. El piso, estaba a unos 50 cm sobre nivel del suelo y era de  alambre tejido muy pequeño, lo suficiente, como para que las gallinas pudiesen caminar sobre esa superficie y que los excrementos cayesen al piso.
 El suelo tenía la tierra triturada en pedacitos muy pequeños y había que removerla cada 2 días,  para que pudiese absorber los desperdicios y fuese higiénico.
Los comederos y bebederos se repartían equitativamente colgados desde afuera.
 Para que las jóvenes gallinas se sintieran a gusto, Carlos les construyó varios nidos en altura. Ahí pondrían  los huevos.
Verónica y Graciela serían las encargadas de recolectar una vez por día los huevos. Para eso su padre les entregó una hermosa canasta de mimbre.

UN BUEN CONSEJO

Pasaron varios días y las gallinas no se decidían a poner huevos. Las niñas estaban ansiosas.
En el barrio,  los vecinos estaban muy interesados en ver como seguía el experimento de Don Carlos y su familia. Realizaban periódicas visitas al jaulón y daban sus consejos.
— Mire Don Carlos — le dijo uno de ellos. A mí me parece que estas gallinas necesitan un gallo. Ud. consiga un buen gallo y va a ver como empiezan a poner huevos.
Carlos lo pensó, y a los pocos días trajo un hermoso gallo joven, eso sí, de la misma raza: New Hampshire.
Fue un buen consejo, al poco tiempo aparecieron los primeros huevos. Hermosos, grandes y marrones. Pero...  no eran tantos como  esperaban.
Los vecinos ofrecían comprarlos, pero la intención no era venderlos así, sino en cantidad. Entonces, cuando venían a pedir, Carlos, les regalaba algunos.

El gallo era muy cumplidor; todos los días a las 5  de la madrugada despertaba a la familia con su agudo: — ¡¡Quiquiriquí!! ¡¡Quiquiriquí!!...
Las gallinas estaban muy bien alimentadas y llevaban una vida  cómoda,  de manera que engordaban cada vez más. Carlos suponía que era mérito de la raza New Hampshire. Las comparaba con las fotos de sus libros y verdaderamente estas, hasta parecían más grandes que la de los libros.

UN GALLO BRAVO

Para las niñas  era muy divertido recoger diariamente los huevos en la canasta, pero la cantidad estaba muy lejos de lo programado.
Un día Carlos dijo que tenía que sacar a las gallinas y al gallo del jaulón, porque tenía que hacer unos arreglos.
Las aves estaban sueltas por el fondo y picoteaban todo lo que encontraban. El gallo vigilaba atentamente su harem. Era muy fiero y nunca permitía que nadie se acercara  mucho a sus gallinas. Si alguien lo hacía, se encrespaba avanzando como para pelear. Parecía más un gallo de riña que uno de gallinero. Hasta Pepo aprendió a respetarlo, a fuerza de varios picotazos recibidos en su hocico.
Carlos eso lo veía como otro mérito más de la raza New Hampshire.
Mientras  reparaba el jaulón asistido por Verónica,  a Graciela se le ocurrió acercarse al gallo y jugar a que ella, era otro gallo y lo enfrentaba.
— Cocorocó – le decía mientras se le acercaba y alejaba.
- ¡Cocorocó! Gallo – insistía.
El gallo comenzó a contestarle avanzando, por lo cual Verónica le advirtió:
— Tené cuidado,  te va a dar un picotazo.
— Que me va a dar – desafíaba Graciela muy divertida
— ¡¡Cocorocó!!  Gallo.
De pronto, el gallo se le tiró encima. Graciela empezó a correr y el gallo la corría por detrás. Dieron dos giros alrededor del jaulón mientras gritaba desesperada.  Carlos y Verónica corrían detrás del gallo tratando de agarrarlo. Pero no hubo caso, el gallo le alcanzó en una pierna, dándole un terrible picotazo.
Carlos tomó al gallo del pescuezo y ahí mismo lo mató.
A Graciela  le hicieron curaciones, pero tenía una herida bastante profunda. Llevaría una cicatriz de por vida, en recuerdo a la raza New Hampshire..

Al día siguiente cuando llegaron las niñas del colegio, le preguntaron a Marta, como todos los días:
— Mami, ¿Qué hiciste de comer?
— Bueno... Un estofado de pollo...
— ¿De pollo? – preguntaron ambas
— No. La verdad, es que cocinamos al gallo. No es muy tierno... pero está rico – Marta, sonreía y  trataba de consolar a las niñas.

Fue el comienzo del fin.
Las gallinas que nunca habían puesto muchos huevos, ahora sin el gallo ponían menos aún.
Carlos perdió totalmente el interes en el tema y no se hizo más cargo del gallinero.
La única que les daba de comer era Marta. Para ella, el trabajo era excesivo, así que planteó:
— O  vendían las gallinas o se iban consumiendo en las comidas.
Aprendió a disgusto, a matarlas, sacarle las plumas y las entrañas.  Inventaba nuevas recetas: puchero de gallina, cazuela de gallina, gallina en escabeche...
En la casa se comía gallina una o dos veces por semana. Las últimas las regalaron a algún familiar o vecino.
Luego de un tiempo, Carlos confesó, que las gallinas no ponían la cantidad huevos esperados, porque habían engordado  demasiado. La buena vida las había achanchado.

                                                                        FIN

jueves, 23 de septiembre de 2010

Capítulo 4. PEPO SE DIVIERTE

Una vez por semana había limpieza general del gallinero; dejaban abierta la puerta y  los pollos salían  afuera. Para eso era necesario previamente, encerrar a Pepo dentro de la casa,  ya que  podía lastimarlos.
La tarea de  Verónica era limpiar la suciedad del gallinero y la de Graciela,  vigilar a  los pollos y asegurarse que Pepo no apareciera.
Pero algo no funcionó ese día. Volvieron de la escuela y cada una hacía su parte, cuando de pronto apareció Pepo. Corría por  el terreno persiguiendo a los pollitos, contento y ladrando. Los gritos de Graciela hicieron acudir a Verónica y a Marta.
En un instante,  el espectáculo del fondo de la casa se tornó dantesco.
Graciela lloraba paralizada, su hermana y su madre perseguían a Pepo y no lo podían atrapar. Pepo estaba enloquecido. ¡Por fin jugaba con los pollitos!. Vaya  si  lo merecía,  por ellos debió dormir un mes fuera de la casa.
Cuando pudieron detener a Pepo y volver a encerrarlo, hicieron  el recuento. Era una catástrofe, se veían patas de pollos sueltas, cabecitas sin el cuerpo, sangre por todas partes. Verónica estaba tan impresionada que empezó a sentirse mal.
— Papá nos va a matar cuando se entere
— Vamos a guardar los que quedaron y tiremos el resto – dijo Marta
Contaron los sobrevivientes; quedaron 31. Pepo, jugando había destrozado 9 pollos.
Marta mandó a dormir a las niñas temprano y se encargó de contarle la noticia a Carlos.

A la mañana siguiente, Verónica y Graciela esperaban el castigo con resignación. Carlos ni bien las vio, las hizo acercarse y poner la oreja. Cada una recibió una serie de tirones bien fuertes,
   ¡Para que no se olviden de cumplir sus obligaciones!
Pepo también fue castigado. A partir de ese día iba a permanecer atado a un árbol, mediante una correa.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

SOLTERONAS BORRACHAS

Hola Amigos:
Tengo un hermoso libro de cocina editado en 1942. Se llama: “Mil  Recetas de Cocina en alemán y castellano”  (Tausend Kochrezepte in deutsch und spanisch) Recopilado por Paulette Hardina.
La particularidad de este libro es que sus recetas, aparte de  estar escritas en ambos idiomas,  son producto de un certamen de recetas de  entre los lectores del diario “Argentinisches Tageblatt” de esa época.  El título del certamen era: “Recetas de cocina probadas del viejo y nuevo mundo”.
Demás está decir que este libro no se consigue en  ninguna librería.

De este libro copié la siguiente receta, cuyo nombre siempre me causó gracia:

SOLTERONAS BORRACHAS               
(BESOFFENE JUNGFERN)

Ingredientes
Seis pancitos
3 a 4 huevos
½ litro de vino
125grs. de azúcar.
Aceite o grasa para freir

Preparación
Rallar la corteza de los pancitos hasta que estos queden blancos. Cortar cada uno en 4 rodajas. Mezclar batiendo los huevos, el vino y el azúcar.
Mojar los pancitos en la preparación durante algún tiempo, dándolos vuelta de vez en cuando. Una vez absorbido todo el líquido pasar las rodajas de pan por la ralladura de las cortezas. Dorarlos en abundante grasa/aceite. Espolvorear azúcar por arriba y servir.

Capítulo 3. UN NUEVO PLAN DE TRABAJO

Esa misma noche la familia  dormía tranquilamente. Pero Verónica no estaba muy segura de estar despierta. Creía soñar  que sucedía algo y  hasta sentía un olor raro. Pero  insistía en decirse a sí misma:
 — Es  un sueño. Seguí durmiendo.
 Escuchaba voces, parecían las de  Carlos y Marta. El olor era cada vez más intenso. Olía a... ¿huevo podrido? O no, tal vez a... ¿huevo duro? Se levantó y
fue  hasta la incubadora. Encontró a Carlos enfurecido. No cesaba de insultar al amigo que le había vendido la incubadora; estaba enojadísimo. Marta procuraba  calmarlo...
— ¿Que pasa mami? – preguntó, en medio de los gritos y malas palabras de Carlos.
— ¿Qué pasa?— repitió rabioso Carlos. Que falló el termostato y los 40 huevos, ahora son  huevos duros. ¡Duros no, durísimos!
— ¿Y ahora qué hacemos?– preguntó llorando Graciela, que se  sumó al alboroto. ¿Los pollitos no van a nacer?
— No — respondió Verónica. Vení. Silencio,  papá está como loco. Mejor volvamos a la cama.

A la mañana siguiente, los huevos ya no estaban y  casi... casi, no se olía a huevo duro.
Durante  el desayuno nadie hablaba. Cuando Carlos se enojaba, las niñas se asustaban;  se ponía  de pésimo  humor.
— ¡Maldito Gallego!  No  me avisó nada del termostato– rezongaba Carlos,  mientras tomaba mate.
Repentinamente se levantó, cargó la incubadora, y salió. Marta alcanzó a preguntarle:
— ¿Pero dónde vas?
Carlos no llegó a responder y desapareció.
 
El ambiente era de tristeza total. La ilusión de los pollitos había quedado en nada.

Al atardecer, reapareció Carlos; nuevamente con la incubadora y una caja de cartón enorme.  Dejó  la caja sobre la mesa de la cocina. Las dos hijas mayores no aguantaron la curiosidad y la destaparon.


— ¡¡Ohhh!! — exclamaron ambas ante la sorpresa. !!  ¡¡Está llena de pollitos!!
Marta vino corriendo a mirar. La bebita se paraba y en su media lengua, pedía que la levantaran; ella también quería participar.
— ¿Qué significa esto? – preguntó enojada Marta.
— Nada —  comentó  muy risueño Carlos. Es que el Gallego no sabía que el termostato no funcionaba,  entonces para compensar  me regaló  pollitos recién nacidos. Me explicó que la incubadora tiene una recriadora. O sea que se le coloca un cerco alrededor dejando un espacio delante de la puerta y los pollitos se crían ahí. Como si fuese un gallinero chiquito y cuando tienen frío,  van debajo de la lámpara. Ah... ya está arreglada.

Volvieron  a armar  el equipo, pero  le agregaron un cerco bajito de madera alrededor. Colocaron los pollitos adentro. ¡Se los veía tan pequeños! Parecían pompones amarillos. Tenían tan solo 2 días de vida y no dejaban de piar.
¡¡Cuarenta pollitos pequeños que piaban sin parar!!

Carlos  diseñó un nuevo plan de trabajo. Organizó  horarios de alimentación y de limpieza: Los pollitos tendrían que comer varias veces al día y además, había  que mantener muy limpia la zona donde se iban a desarrollar y crecer.
Fabricó unos pequeños bebederos y comederos y dirigiéndose a sus 2 hijas mayores, les indicó:
  Siempre  tendrán que estar bien llenos,  para que los pollos se alimenten mucho y crezcan rápido. Además, no  apagaremos la luz durante la noche, para que sigan  alimentándose.

Las amiguitas de las niñas,  tanto del barrio como del  colegio, encontraban que  el mejor paseo, era visitar a los pollitos. Cada vez que venían, se entusiasmaban tanto, que se quedaban a tomar la merienda y Marta preparaba grandes cantidades de pan con manteca y azúcar  para la nutrida concurrencia.

Pepo,  Uyyy... Pepo sí que estaba enojado. Tenía prohibida la entrada a la casa.

Es que el muy juguetón,  ladraba continuamente a los pollitos, quería jugar y los asustaba; con el riesgo de  lastimarlos.

Pasaron los días y llegó el momento de mudarlos al exterior, a un lugar más amplio. Para eso Carlos construyó, un gallinero alambrado en el fondo de la casa. Le hizo  un techito en el medio, para que los pollos tengan donde  refugiarse por si llovía  o  hacía frio.
Estos ya  habían cumplido su primer  mes de vida y comenzaba a aparecerles  algunas plumitas color marrón.
 Los bebederos y comederos ahora eran  de un tamaño mayor y las niñas  protestaban. Tener  que darles de comer varias veces al día, les quitaba tiempo para jugar. A veces se olvidaban y cuando Carlos se daba cuenta, se llevaban  flor de reto y hasta algún tirón de orejas. Marta  siempre trataba de estar atenta para que no se armen  discusiones, y muchas veces se encargaba ella de esa tarea.

                                                            CONTINUARÁ

martes, 21 de septiembre de 2010

Feliz Primavera

            FELIZ DIA DE LA PRIMAVERA!!!!

Capítulo 2. LA INCUBADORA

Por fin, llegó el día. Carlos se levantó muy temprano y partió; ni siquiera  Marta sabía donde iba. Regresó al atardecer con una  incubadora y 50 huevos grandes, color marrón.                            
Sonreía solo. Estaba muy contento.
Decidió  armar la incubadora en el comedorcito diario. Este era un espacio más bien reducido, en el medio de la casa. Allí daban las puertas de: el comedor,  dos dormitorios, el baño y  la cocina.






Normalmente la familia hacía sus comidas en ese lugar y además sobre un  confortable almohadón, dormía Pepo. El cachorro salchicha de la casa.

 A partir de ahora iban a tener que  comer en el comedor y Pepo tendría que dormir en el cuartito del fondo.  Así que entre todos, sacaron la mesa y las sillas y colocaron la incubadora en el piso. Aparato grande, cuadrado y pesado.
Las hijas ayudaban a Carlos con la instalación. Alcanzaban  las herramientas que  pedía.
— Bueno, ya está.  ¡Esta es una gallina eléctrica! –  explicó Carlos riéndose. Estaba muy excitado ante la aventura, lo mismo que las niñas. La única que no compartía esa alegría era Marta.  Desconfiaba bastante del éxito de dicha empresa.

— ¿Ponemos los huevos? – ofreció rápida, Verónica.
— ¡Nooo!. Primero hay que seleccionarlos. Tenemos que mirarlos a través de una luz, para ver si todos tienen galladura. — explicó Carlos a su atento auditorio.
Prendieron una vela, y con la luz apagada, Carlos pasaba los huevos de a uno, delante de la llama. Efectivamente las niñas observaban cuales tenían galladura y cuáles no.

 Revisados los 50 huevos, quedaron 40 útiles. Los  10 restantes, se los dieron a Marta para que los usara en la cocina.
Prepararon un colchón de algodón y acomodaron amorosamente los 40 huevos debajo de la lámpara; la misma que iba a funcionar como “mamá gallina”.

Carlos accionaba  los controles de la temperatura, mientras explicaba  a  las niñas y a Marta, que la temperatura tenía que mantenerse constante y pareja para todos los huevos.  Todos los días tendrían que  girar los huevos para  cambiarlos de posición; tal como si fuese la misma gallina que hiciera esa tarea.
— Bueno,  ahora  a dormir que es tarde – ordenó Marta.
— Esperá un poquito más, mami – pidió Verónica. Ese aparato tan raro que podía reemplazar a una gallina,  llamaba su atención. Una puertita que   abría hacía un costado con  manija, daba la sensación de un horno.
Por ser la mayor,  su padre le encargó, llevar una planilla diaria con el  tiempo transcurrido y las novedades.

                                                           CONTINUARÁ

lunes, 20 de septiembre de 2010

EL CONSUMO DE ACEITES DURANTE LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE

 
El consumo de aceites a nivel mundial ha aumentado notablemente en los últimos 20 años, lo que no es extraño ya que estos productos son casi un requisito fundamental para la preparación de una buena receta culinaria.


El uso de aceites para sazonar nuestro alimentos es una práctica milenaria, y en la actualidad su utilización está ampliamente diversificada en todo el planeta.


 La aplicación de aceites para sazonar alimentos, para procesos de fritura tanto industrial como doméstica, así como sus numerosas aplicaciones en repostería, en la industria conservera, en la industria farmacéutica, y la utilización de grandes volúmenes de grasas y aceites en la industria de la nutrición animal, dan cuenta de la elevada demanda y consumo de aceites en muchos países, principalmente de origen vegetal y marino.


El uso de aceites, presumiblemente de oliva, con fines cosméticos y también culinarios se remonta al siglo IV antes de Cristo. Las civilizaciones asirias, babilónicas, griegas y egipcias utilizaban el aceite de oliva como un combustible y probablemente con fines culinarios .

Los gladiadores y luchadores romanos impregnaban su piel con aceite, con el propósito de mantener su hidratación y lograr un efecto lubricante que aminoraba los golpes de las armas del contrincante.

Las mujeres lo utilizaban en su cosmética, ya que era un buen disolvente para los pigmentos utilizados para maquillar sus ojos, rostro y otras partes del cuerpo.
         

 Es también muy probable la utilización de aceites en la preparación de alimentos, ya que en muchas ruinas de ciudades (Pompeya, por ejemplo) se han encontrado recipientes de aceite cuyo tamaño y ubicación en las ruinas (cerca de lo que sería la cocina) indica un uso mas bien culinario que cosmético.

La preparación de aceites era un proceso muy artesanal y probablemente se realizaba en la propia casa, aunque hay antecedentes que en la Roma imperial (siglo II A.C.) existían pequeñas «fábricas» de aceite de oliva.